.
Me descubro sentado junto a la fuente que vieron mis ancestros.
A la sombra de una noguera de grandes hojas, de verdor semisalvaje, que mitiga el calor abrasador del sol de mediodía. Me acompaña la luz intensa de un sol de verano.
Envuelto por el sonido constante del agua que brota de ese caño, pequeño pero infinito. Agua que retintinea, casi melodiosa. Agua fresca y limpia. Agua de montaña.
Junto a la casa donde se forjo mi existencia, donde comenzó mi pasado.
Casa levantada con las propias manos de aquel que, al que hoy tanto me parezco.
Y aquí sentado, imbuido por el soniquete constante del agua que mana, recupero mi espíritu, recompongo mi alma.
Una suave brisa, que mece las hojas a su paso, me devuelve por fin la inspiración.
No hay comentarios:
Publicar un comentario