lunes, 12 de octubre de 2009

MIRARNOS AL ESPEJO

Hoy acudo a la peluquería de mi amigo Gerardo. Viendo la prominente calvicie de mis antecesores, cortarme el pelo es algo que agradezco.

Naro Rochetti Estilistas, reza el rotulo de la fachaza. Popular peluquería del barrio del Pilar.

Empujo la pesada puerta y me sumerjo en su atmósfera, envuelta en olor a laca, alborotador ruido de los secadores y el batir metálico de unas nerviosas tijeras.

Me hacen esperar. Al fondo dos mujeres parlotean sin cesar. Toalla a los hombros y llenas sus cabezas de papel aluminio de sus teñidos; son coquetas y no soportan pintar canas. “Que mi Manolo no me hace caso en la cama, que mi niño no me come la verdura”. Supongo que ese es el tipo de conversaciones que uno se puede encontrar cuando acude a una peluquería de señoras.

No les presto demasiada atención, y ellas no disimulan, disertan sin tapujos sobre lo divino y lo mundano de sus días. Esta claro que no se conocen y eso les permite ser sinceras entre ellas y con sigo mismas.

Gerardo es un artista, las peina y recompone su fachada con estilo. Hoy se sienten guapas y la conversación las ha liberado. La sonrisa que esbozan al despedirse deja claro a todas luces, lo bien que les ha sentado la mañana.

Ya es mi turno. Mientras Gerardo hace lo que puede conmigo, empiezo a pensar ¡que vulgaridad de gente!, ¡lo cuentan todo de sus vidas!

Me miro al espejo y se que estoy equivocado. Nos parecemos. Ellas liberan sus angustias al cobijo del murmullo de esos secadores. Yo retuerzo palabras, componiendo textos que finalmente hago públicos sin tapujos, contando historias sin tener que mirar los ojos de los que las leen y hacen suyas.
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