Esta mañana paseando por el rastro, en la plaza de Cascorro por fin lo he encontrado. La multitud de ocasiones que me he probado, sombreros, chisteras, parpusas, gorros y bombines y nunca eran adecuados.
Y de casualidad, como llegan las cosas buenas, como si me llamara el a mi, lo he visto. Un borsalino de paja, en beig y crudo. Y así, despacio, a cámara lenta el espejo me devuelve lo que anhelaba.
A mis treinta y todos, al fin deambulo por la latina, camino del aperitivo de vermú y tapas, con mi fiel sombrero que me cubre la cabeza y guarda mis ideas.
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