lunes, 4 de octubre de 2010

HACE MUCHO, MUCHO TIEMPO.


Cuantas veces escuche al enano peruquita espetar por las mañanas tempraneras, tras su hortera y vetusta mesa de despacho: “el que mas chufle, capador”.

Mala copia de acolito maquiavelianico, siempre enroscándose sobre si mismo, cual paliducha comadreja narizotas, y luchando en vano contra el destino de los Túpacamaru de turno. Fiel reflejo de la hipocresía de los de comunión dominical matutina y correría nocturna con la meretriz de siempre. Aun le veo alargando desacompasados puñetazos al aire contra los rayos de sol que le desnudaban su verdad cada mañana.

Hoy su recuerdo se me aparece oxidado, desvanecido en un gris trasnochado, capidisminuido por el paso inexorable de los relojes que todo lo tragan.

Ni siquiera las palabras me salen con rabia.

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