Las bolas de granizo resuenan con gran escándalo dentro del coche, mas parecido a un despertar por los tambores de Calanda, que a un fruto que cae del cielo. En unos minutos las calles se convierten en verdaderos ríos de color blanco. Pura contradicción, las alcantarillas emanan inmensos borbotones de agua turbia en lugar de tragársela.
En cielo teñido de un negro amenazante, desprende relámpagos y truenos con inusitada virulencia y un fuerte viento azota con crudeza todo a su paso.
Una encorvada anciana calada hasta los huesos tira de la correa de su can, corriendo calle abajo cual alma que lleva el diablo, intentando buscar refugio en un portal.
Tres minutos bastan para trasformar un apacible café de media tarde en una desapacible tarde otoñal, cortesia todo ello de una gota fría levantina.
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muacks!
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