Las prisas y el desorden habitual han conseguido que
llegue por los pelos a la estación. Mi nombre sonaba por la megafonía, para que
de manera inmediata subiera al tren. He sido el último viajero en encaramarse
al vagón.
Así he tenido que sentarme en
contra de la dirección y esto siempre me
da ligero dolor de cabeza; largo viaje me espera.
Sin embargo, hoy casi lo prefiero; me está permitiendo que vea la ciudad que
dejo atrás y me pueda despedir lentamente de ella. Veo las agujas de la
catedral en la que tantas horas me he pasado estos meses trabajando. Luce esplendida
tras la restauración acometida.
Con la mirada perdida en el
infinito, a través del ventanal del vagón, veo los paisajes como el que ve la
vida pasar. Pequeñas casas jalonan nuestro viaje, preciosas colinas llenas de ocres
colores, propios del otoño que todo lo envuelve.
El tren se detiene. Es un pequeño
apeadero de una coqueta aldea. En el
andén, una joven pareja se besa apasionadamente. Mientras ella sube al tren, el
llora desconsoladamente por la ya ausencia de su amada. Que tierno cuadro para
una despedida, que desgarradora imagen la de una separación no deseada.
El tren de nuevo arranca. Hoy,
parece que no soy el único que deja atrás el pasado.
la vida es como un viaje en tren......
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