Desde la distancia, en una mañana áspera y cortante,
sentado frente a una playa desierta, llena de lluvia y viento, cierro los ojos
para sentirte.
Te distingo, lo percibo. El olor de tu recuerdo, me traslada
a pasear de tu mano en un atardecer de julio, descalzos y sin frío.
Sin esperar nada a cambio, más que llegue la luna y
tomarla juntos. Y así, la luna, tu y yo, quietos, serenos, sosegados, dejando
que la brisa de la cálida noche meza tu pelo y las olas mojen nuestros pies
desnudos, hacemos el momento eterno, el instante preciso.
De repente el cielo ruge, llora, pasa en un suspiro de áspero
a ingrato, de cortante a infame y hace que corra a refugiarme, dejando atrás tu
bendito recuerdo, suspendido en el aire, esperando volver a hacerlo presente. Mañana ya regreso.
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