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Sentir la necesidad en adquirir el don de controlar las mareas, de dominar la dirección del viento, de perfilar las nubes de borrasca, y hacer que así si todas las cosas deambulen por la ruta que más conviene. Lo se, hablamos de dones quiméricos.
Hoy persigo esbozar en blanco sobre negro pensamientos arrebatadores, que brotan en tropel del alma y que paradojas del destino, impiden expresarse con franca lucidez. Bastaría con ser lo suficientemente valiente para luchar contracorriente, en lugar de dejarse llevar y así, y dejar de plantear la necesidad que mañana sea todo distinto.
Por que se que dejarse llevar es pretender que la vida nos pase por delante sin atropellarnos. Vivir en estado de aturdimiento perpetuo, conformarse con insustanciales retos de mediocres almas. Acostumbrarse a perder como destino cierto, a llegar tarde a nuestra propia vida. A ser tan sólidos y eternos como el humo de un cigarro.
A ratos, almas incompletas, viendo a su alrededor como el resto encuentra acomodo en su camino. Con el sentimiento de que en su interior, todo sigue igual, de que todo es como siempre. Almas que no sienten en la espalda, el peso de la mochila de experiencias propias, que creen tener vacía la vitrina de los triunfos. Almas que viven en huida permanente, alejándose como remedio, del dolor extremo.
¿Quien no ha sentido alguna vez que sus palabras duran menos de lo que dura un suspiro?, ¿que es mejor dejar pasar los segundos, como polvo que se esfuma con el aire?, ¿que se vive sin ver lo que vives?
Es fácil para los demás, explicar a uno lo que hay que hacer, lo que conviene, y que difícil asumir nuestro propios riesgos, nuestras faltas y errores. Encajar una critica con aplomo.
Y sin embargo, hoy hay un rayo de esperanza.
Solo planteo objetivos a corto plazo, sonreír a quien me mire, ayudar que quien lo necesita, sentirme bien mientras el sol acaricia mi cara, volver a empezar cada mañana.
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