El calor sofocante, como si
fueran las cinco de la tarde del quince de agosto. El ambiente está cargado,
casi irrespirable. Para aplacar la tensión, pido al triste abogado de oficio
que me han asignado que rebusque en mi ajada americana un cigarrillo que
llevarme al pecho, pero ni eso.
Que hubiera pasado si la respuesta
hubiera sido no. Cual serian las consecuencias de la irrefrenable locura
acontecida en la noche de autos, si la respuesta hubiera sido no. Cual fortuna disfrutaríamos
si la respuesta hubiera sido no.
Cruzarse en mi camino ha deparado
en el mayor de los acontecimientos de mi vida.
Hoy, aquí y ahora, solo y
desarmando, esposado en el banquillo, esperando a ser juzgado, no me arrepiento
de lo que hemos conseguido. Mi alma llena de nostalgia y mi cabeza de
recuerdos, de momentos en los que nos creímos Bonnie y Clyde, atropellando a balazos la vida.
Que perro se presenta el fututo y como resuena lo bien que susurraba Antonio rasgueando su
vieja guitarra:“No creo mas infierno que
tu ausencia, paraíso sin ti yo lo rechazo, que ningún juez declare mi
inocencia.”
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