jueves, 8 de noviembre de 2012

HISTORIAS DEL METRO

 Sigo con mi personal lucha interior. La inspiración que permita ordenar las ideas que no terminaron de cocerse.
 
 Hace semanas que la vengo buscando.
 
 Y la busco en las cosas pequeñas y en las grandes. En las letras de la susurrante canción que a través de los auriculares estremece mis oídos y que pese a lo abarrotado del vagón de metro que me devuelve a casa tras la agotadora jornada de reuniones y prisas, me hace estar solo entre tanta gente.
 
 Y la busco en la mirada de la gente que parece que conspira. Ya sabes, lo que no se, me lo invento.
 
 Pero nada sale de mis adentros. No he tenido ni otoño, ni tristeza.
 
 Para colmo, una mujer que apresurada se acerca a la puerta de salida me pisa, machacándome el pie con uno de sus afilados tacones. Ella con una leve sonrisa de disculpa zanja el doloroso encuentro, pero yo tendré morado el empeine unos días.

 Lo que faltaba. Despistado entre mis pensamientos y los leves intentos de parir relato, me he pasado de parada. Ya no llego, vaya día.

 Y cuando al fin salgo a la calle, llueve y hace frío.
 
 Me salva de este día los ojos alegres y la bonita sonrisa de la muchacha que abre la puerta cuando llego a casa.

  Mañana será otro día.

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