Necesidad imperiosa de calmar la furia. De sacar de las entrañas insondables del sinsentido, todo lo oscuro. Golpeado como cáscara de nuez en océano infinito, forjador y dueño de la textura de las nubes. Frágil, desnudo y desarmado.
Y de repente tú.
Con los ojos del para siempre. Con la sonrisa perpetua como premisa inalterable. Isla de paz, edén prometido. Y mi vida entera se trasforma.
Como podría yo explicárselo al común de los mortales. Un libro abierto es hoy mi corazón, sabiendo cierto que cada día soy yo a quien tú esperas.
Mi alma entera yo te entrego, porque no tengo dudas.
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