Aquí casa uno es de su padre y de su madre y explicamos lo que nos da la gana. Así que os dejo una declaración de principios, los míos, los mas íntimos y personales.
El texto original no es de mi cosecha; lo he obtenido en los cursos de preparación al parto a los que acudo con Almu. Toda una experiencia pese a ser en la mayoría de las veces un mero invitado o comparsa.
Como decía el texto original no es mío, pero me parecía tal declaración de principios que lo he reeditado para adaptarlo totalmente a lo que pienso y siento. Aquí os lo dejo:
ACOMPAÑAR EN EL PARTO
Es moderno,
es lo habitual hoy en día, es señal de amor a su pareja, que el hombre asista a
la sala de partos. Y la verdad que allí no hay nada por lo que entrar a mirar.
Lo único
necesario en ese lugar son las almas dispuestas a perder el propio yo y
fundirse en el delirio del dolor y las regresiones y experiencias primarias o
incluso prenatales de la parturienta.
Si un hombre
entra en esa sala y acompaña, tiene que entrar en la órbita sutil en torno a la
futura madre, e indagar qué necesita la parturienta de verdad. En ese momento,
saber cierto que todo lo demás se torna superfluo.
Todo aquel
que esté dispuesto a acompañar el trabajo de parto de una mujer, tiene que dejar su ego en el pasillo, olvidarse
de sí mismo y de sus prioridades, de sus gustos u opiniones.
Afinar los
sentidos y escuchar con pasión lo que aúlla entrecortadamente la parturienta, y
convencerla que todo tiene sentido, asegurándole con dulzura y corazón que lo
está haciendo todo bien, que su valor y dolor esta cerca de dar sus frutos en
el inminente nacimiento.
Todo
acompañante tiene que estar listo para ofrecer el propio cuerpo, aunque termine
hambriento, extenuado y lleno de hematomas. Tiene que olvidar el tiempo de los
relojes y abandonar, al igual que lo hace por instinto la parturienta, los
pensamientos racionales.
Allí, en
esos eternos instantes, estamos lejos de todos los lugares, pero estamos
juntos. Así, entonces el parto es posible.
Ninguna
mujer debería parir en este mundo sin el amor expresado genuinamente por
alguien que la ama de verdad.
Para Almudena y Carlota.