viernes, 13 de julio de 2012

HISTORIAS DEL METRO

"Absorto en la música que atruena en mis oídos, a todo volumen, desde mi reproductor digital y mis pequeños auriculares blancos, viajo en el metro de vuelta a casa. Voy solo entre tanta gente. La música me llena de recuerdos, de optimismo, de actitud positiva. Canto a gritos en silencio.

Y de repente un puñetazo golpea mi nariz. Un joven ha entrado en el vagón, queda a mi espalda, pero su olor invade mi más oculta intimidad y la de los que transitan conmigo de vuelta al hogar tras un largo día de trabajo.

Mi vecino de asiento ha tenido que dejar de leer y busca con ojos saltones la fuente olorosa


Que peste, que hedor mas inhumano. Es verano y el humano suda por naturaleza pero el olor nauseabundo que desprende el "colega" despertaría a una momia egipcia.


Por Dios, ¿El no se huele? ¿No tiene familia o amigos que le digan lo que pasa? Estoy casi mareado, tapándome la nariz y la boca para no respirar la nube tóxica que nos contamina.

Que llegue rápido mi parada, que llegue ya, que yo me bajo.

Por fin, llego al destino. Despavorido salgo escaleras arriba en busca de una bocanada de aire fresco. He dejado atrás al elemento sin ni siquiera mirarle, sin saber si me sigue.

Al fin salgo a la calle. Huele a primavera, bendita primavera entre los automóviles madrileños que me apartan de la pesadilla vivida momentos atrás."

Este relato esta basado como podéis imaginar, en un hecho real acaecido hace unos días mientras viajaba en el metro y está dedicado a aquellos que sufrimos a diario en los metros del mundo a los cofradieros del anti-desodorante.