Por fin llega el momento.
Preferir saberse solo y pequeño entre la masa de gente que te mira, con incredulidad y desconfianza unos y con fe y admiración los otros. Pero desde el anonimato y sosiego que mi morado aterciopelado antifaz de nazareno me permite, poder disfrutar y sentir. Y rezar y cumplir promesa. Y ser testigo y cómplice de EL, del importante, del que realmente sale a dar testimonio de esperanza. Lo demás pura parafernalia.
El miércoles nuevamente se me volverá a poner la piel de gallina cuando El Señor, ponga su pie moreno en la calle, y los tambores resuenen con fuerza y las cornetas claven sus lamentos al cielo.